Thursday, January 07, 2010

Sueño del eterno retorno

Corre y sus pies pesan como si trajera dos placas de hierro en las suelas de los zapatos.
Ha perdido la cuenta de las veces que ha traspasado ese umbral, y ha visto el florero con las extrañas flores de zafiro. Ya no sabe cómo fue que terminó recorriendo una y otra vez, pero cada vez con mayor urgencia, los mismos pasadizos, las mismas escaleras.
Pasa de un cuarto opulento a un desván desvencijado y sumido en la penumbra. En esta casa (ahora lo sabe) se suceden los escenarios verdes y tranquilos (pero deshabitados) junto a las ruinas más sombrías.
Algo le sigue los pasos muy de cerca.
Lo siente inconmensurable, peligroso.
Alcanza a percibir por el rabillo del ojo sombras de una dimensión descomunal, y siente que en cada vuelta al mismo laberinto la distancia se va acortando.
A pesar de la conciencia de estar soñando, se va quedando sin aliento.
Pero no puede detenerse.
Por fin, su voluntad se quiebra y decide que ya no puede más.
En el cuarto de las flores de zafiro voltea. Trás de sí, sólo alcanza a ver sus propias huellas, nada más.
La duda lo paraliza, y es entonces que las sombras doblan el ángulo de la puerta y entra él mismo corriendo:
"¡Corre pendejo!", se alcanza a decir y los dos inician de nuevo la huida desaforada.
En el jardín, el reverendo Takata abanica al monstruo, mientras aguardan a que el sueño termine.

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