Thursday, November 05, 2009

Arquitecturas imperfectas

Acabo de leer un comentario en la página FB de un gran amigo y escritor, que me ha hecho escribir esta nota a vuelapluma.
En cuestión, un lector da cuenta de haber comprado dos libros de la autoría de mi amigo. Al iniciar la lectura de uno, se encontró con que faltaban seis páginas, las cuales venían en blanco.
Argumentaba el lector que no se perdía mucho de la secuencia.
Este incidente me lleva a recordar casos similares que me han ocurrido a mí, en los cuales algunos libros que leí con deleite, presentaban estas curiosas ( y molestas) erratas.
De inmediato me salta uno, que está entre los más conocidos, Cien años de soledad. El libro aún lo conservo, de editorial Sudamericana, con la portada clásica de Vicente Rojo, el cual heredé de la biblioteca de mi padre.
Varias páginas estaban en blanco, y se iban alternando conforme uno iba leyendo.
El hilo de la narración se iba cortando, y uno se quedaba con la duda ansiosa de saber qué carajos era lo que había quedado interrumpido.
Leí el libro y a pesar de los pasajes que quedaron incompletos, no pude sino admirar esa narración inmensa que es el libro.
Pasarían algunos años para enterarme de los acontecimientos perdidos en mi libro. El que recuerdo con nitidez, es el pasaje en donde se narra como despachó el coronel Aureliano Buendía a un general de su bando, por considerarlo un lastre para la causa debido a su salvajismo y a la imposibilidad de controlarlo. El resultado fue que el hombre terminó macheteado, cortado en pedazos.
Otro episodio, extraño y alegre, sucedió cuando compré el volumen con las novelas completas de Álvaro Mutis (Maqroll el Gaviero es una de mis lecturas apasionadas).
El tomo es grueso, encuadernado en cartulina, y en la portada hay una fotografía de Mutis, y (obvio) en el fondo de la portada se alcanzan a apreciar diferentes motivos marinos.
Con ansiedad abrí el libro, sólo para descubrir, y reconfirmar, que estas cosas sólo pueden sucederme a mí.
En lugar de encontrar la portadilla y la portada del libro, encontré el colofón de cabeza. Así fue, el libro venía encuadernado de forma invertida. Aún lo conservo como una de mis posesiones más queridas.
Por último, recuerdo que había conseguido Terra Nostra, de Carlos Fuentes.
Comencé a leerlo, y cuando alcancé por ahí de la página ciento y tantos, descubrí que se repetía todo el cuadernillo que ya había leído, no una, sino dos veces.
Boté el libro lo más lejos que pude.
Y hasta ahora, no he descubierto que seguía después.

Thursday, October 15, 2009

Un saludo para Pedro Ángel Palou

En días pasados terminé de leer, prácticamente en cuestión de horas, El dinero del diablo, la novela más reciente de uno de mis autores contemporáneos preferidos: Pedro Ángel Palou.
La novela es una mezcla de thriller con novela histórica, ya que narra, por un lado, las peripecias del padre Gonzaga, jesuita, al intentar resolver una serie de asesinatos dentro de Ciudad del Vaticano.
Las muertes están relacionadas con los archivos del Papa Pío XII, los cuales guardan un secreto terrible que daría al traste con la canonización del mentado papa.
Por el otro lado, la novela narra precisamente la naturaleza del secreto de Pío XII y su relación con los nazis y el Holocausto.
La narración de cualquiera de las dos partes que componen la novela es intensa, cargada de denuncias acerca de los manejos secretos y la manipulación de la verdad que, en aras de defender los privilegios obtenidos, es capaz de llevar a cabo la cúpula del poder Vaticano.
Aún más, Palou logra una historia creíble, con datos verídicos extraídos de los archivos en Roma. Desde ahí, logra hilar una trama que crece en intensidad, hasta el aparente clímax, y digo aparente, porque en realidad no se determina si Pío XII será canonizado, ni hay una resolución con los personajes de Gonzaga y Reva Shovel (médica forense israelí, enamorada de Gonzaga, y en realidad es una agente del Mossad).
El poder y el dinero, los grandes temas que atraviesan el libro, vuelven de El dinero del diablo un thriller político-histórico que promete continuar en sucesivas entregas ahondando en los secretos del poder detrás del papado.
Mención aparte merece el protagonista, Gonzaga, un jesuita dedicado a resolver crímenes dentro del seno de la Iglesia. Gonzaga comparte muchas de las características del arquetipo del detective contemporáneo, mezcladas con una profunda crisis de fe (¿algún personaje de la actualidad puede darse el lujo de creer en algo hoy en día?) y el deseo de romper con los votos en los que alguna vez cimentó su vida.
Gonzaga es un homenaje irónico a ese otro detective religioso, William de Baskerville, en El nombre de la rosa de Umberto Eco.

En suma, El dinero del diablo prosigue el camino que el autor se impuso en sus últimos libros: si hay huecos que la historia y la vida no pueden rellenar, para eso está el escritor. Para decirnos, no lo que fue, sino lo que pudo haber sido la realidad.

Tuesday, September 08, 2009

Augurios

Veo en el periódico una nueva fecha cargada de cabalísticos signos, bien sean de infortunio o de ventura: el 9/9/09.
No puedo dejar de pensar en que, reacios a cambiar la forma en que el mundo se mueve, nos desplazamos temporalmente entre este tipo de eventos.
Buscamos un misterio encerrado en las coincidencias numerales, y sin embargo, pocas veces, si no es que nunca, se han concretado las catástrofes o milagros pronosticados.
Hay que ser realistas al respecto: nadie pudo darse cuenta inmediatamente del año 0 de nuestra era; ni las profecías de la destrucción del mundo se han materializado claramente, con inundaciones o bolas de fuego arrasando las ciudades (a mí en lo personal me gustaría saber qué voy a hacer cuando vea flotar sobre el DF a los cuatro jinetes del Apocalipsis, y si de pedir se trata, quiero ver aparecer a las cuatro bestias con cuernos del mar, en onda Godzilla vs Mothra).
El asunto es simple: hay una fe que se desmorona en cada una de estas fechas signadas con lo desconocido, que vuelve a levantarse de sus cenizas para encontrar un nuevo punto final en la siguiente conjunción de astros, degradación de planetas, o vaya usted a saber qué.
Queremos creer que el mundo tiene los días contados, tal como lo conocemos desde luego, y que una nueva era se abrirá del paso de un día a otro. (El imperio romano tardó solamente unos mil años más en caer, tras la conquista de Roma por parte de los bárbaros, nada más como detallito, y por supuesto, nadie aceptó jamás que la cosa hubiera terminado así como así).
A lo que voy es que el tiempo es mucho más vasto que el imperio de los hombres, y que el universo no mide con el mismo rasero los acontecimientos, como lo hacemos nosotros.
Podemos estar al principio, en medio o al final de algo, sin darnos cuenta de lo que a nuestro alrededor se ha derrumbado.
Pero hay fechas... claro que las hay, las cuales devastan lo que conocimos. Y nadie puede prevenirnos, por más señales ocultas que quisiera uno poder ver en las cosas.
17/08/2008...
Para mí, en ese día, se acabaron muchas cosas.
¿Usted tiene una fecha similar?

Monday, August 24, 2009

Carta

Mi querido Fernando:
Leo tu entrega semanal en este viernes y no pude reprimir el escribirte de inmediato.
En estos días, al cumplirse los 40 años de la celebración de Woodstock, no dejo de pensar en lo que el festival pesó y pesa todavía, en las vidas de muchas personas.Pero no sé si yo sea un heredero de Woodstock, yo nací 4 años después del evento. Y me encuentro, internamente, incapaz de reconocer algo que me pertenezca al ver las imágenes que se suceden sin fin en las pantallas de televisión, a diferencia de muchos otros.
Yo me pregunto cómo es posible que personas, como los conductores de los noticiarios culturales, puedan hablar como si hubieran estado, como si se identificaran con lo que sucedió.
No me apena ni me avergüenza declararme un bárbaro, en ese sentido.
Hay demasiada historia entre el festival y yo como para poderme identificar libremente con lo que ahí ocurrió. Si, como dijo John Lennon, el sueño se había acabado, para alguien como tu servidor, el festival no sería más que jirones borrosos de una época distinta por completo a esta que vivimos, un sueño que no me correspondía.
Que conste que no pongo en juicio lo que se defendía en Woodstock, lo sabemos perfectamente, no hay nada nuevo y lo que se pide ahora, ya se ha pedido con anterioridad. Al hablar de los hippies como herederos de la renovación, no pude evitar pensar en otro movimiento que pedía la renovación de su época, la convivencia fraterna y comunal, y el desprendimiento de los bienes materiales. Como los hippies, ese movimiento también fue juzgado con cinismo Fernando, pero de una u otra forma siguen presentes aún hoy, aunque, como con los hippies, la gran mayoría considere a los seguidores de Francisco de Asís una curiosidad más heredada de épocas anteriores.
Si algo puede identificar a una generación posterior a Woodstock, es el fracaso sonado de las utopías. El gran concierto, hablando generacionalmente, es el Live Aid de julio del 85. Algo completamente distinto a Woodstock. Un evento plenamente mediático, que congregó a millones, no en un terreno o un estadio, sino frente a la pantalla. Pero más allá de eso, el concierto es un signo que habla de la descomposición de las cosas. Woodstock celebraba el espíritu de comunidad, la petición del cese de la violencia, de las guerras. Live Aid es un grito para que la sociedad se despojara de su abulia y ayudara a los que no tenían (y siguen sin tener) qué comer.
Uno y otro, me temo, fallaron. Más aún al revisar la edición de Woodstock 1999, tres días de cosas que no tenían nada que ver con el Woodstock original usurparon el nombre y la herencia, hasta desembocar en una violencia irracional en el último día de los conciertos.
Seguimos inmersos en un periodo de desmedida acumulación, y ni las guerras ni el hambre cesan, por más figuras mediáticas (en muchos casos infladas hasta el exceso en un dudoso papel redentor) que se alternen a salir en frente de las cámaras.
Estoy consciente de que estamos en la etapa agónica de tal era, y que todo cambio conlleva graves desequilibrios, convulsiones, y quizá no nos toque ver en que desembocará. Sin embargo, creo que el amor y la paz no son las únicas opciones que se avizoran a la vuelta de los tiempos.
Otras formas, que se han establecido y caído al paso del tiempo, más duras, más opresivas y tiránicas, también esperan un eventual retorno, por más que, acompañando a Berman, no son más sólidas que el aire.
Perdona si distraigo tu tiempo con estos pensamientos, como siempre te envío mis mejores deseos y un abrazo fraterno.

Tuesday, August 11, 2009

Publicidad e indiferencia

Anoche, después de llegara a casa, prepar algo para cenar, me dispuse a ver uno de mis programas favoritos.
"Mentes criminales", un programa sobre la unidad de perfiles del FBI, que acuden a investigar casos donde se sospecha el autor sea un asesino serial.
No hay nada complejo: hay un malo que se regodea asesinando personas, hay un equipo de profesionales que se dedica a detener este tipo de amenazas.
La cosa no pasaría de un simple entretenimiento.
Sin embargo, algo externo al programa me llamó poderosamente la atención. El patrocinio corre a cargo de Burguer King, el consorcio competidor de Mc Donald's.
Esta cadena de hamburguesas promueve actualmente una nueva adición a sus menús, la Angus XT que, en sus propias palabras, está gruesa.
Sabemos que hoy en día, las agencias de publicidad se valen casi de cualquier cosa para llamar la atención sobre los productos que promueven.
Burguer King no es precisamente un anunciante que no genere polémica. No hace mucho, generaron un gran revuelo con el lanzamiento de una hamburguesa, mezcla mexicana-texana (lo que sea que eso signifique).
El comercial que acompañó el lanzamiento de dicha hamburguesa generó una reacción de estupor e indignación, por la forma en que se representaba a lo mexicano.
No faltaron los calificativos de "racista" para la compañía.
A pesar de ello, parece que vuelven a insistir en sus campañas, adornadas con polémica, puesto que durante las pausas de publicidad en "Mentes Criminales", aparece un texto, que más o menos dice: "Siete mil homicidios en lugares de trabajo el año pasado no son tan gruesos; gruesa la nueva Angus..."
Al principio, no supe como reaccionar. Si los "creativos" querían causar hilaridad, sorpresa, asombro, no lo supe definir.
El hecho es que me indignó que se valieran de datos tan alarmantes, minimizándolos, para publicitar una hamburguesa.
Pero meditándolo, quizá tengan algo de razón al utilizar de manera tan ligera y superflua este tipo de información.
Siete mil homicidios no son nada para alarmarse, así como los más de diez mil muertos que ha dejado el combate al narcotráfico en el país, ni los miles de crímenes de odio sin resolver, o los niños que mueren en las comunidades indígenas de enfermedades gastrointestinales o pulmonares.
No importan los muertos por hambre, en guerras étnicas, por creencias religiosas, alrededor del mundo.
No importan, porque en esta sociedad, ataráxica, anodina y ya inerte, el espectáculo y el dato efímero son los únicos valores referenciales.

Wednesday, June 03, 2009

Sueño de la insoportable belleza

Frente a un espejo se mira, inseguro al principio, la visión se va aclarando conforme puede concentrarse.
Sabe que es él, pero el espejo le devuelve la mirada de unos ojos femeninos. Observa el cabello largo y sedoso que le llega hasta la espalda; los labios carnosos y coloreados de carmín; el cuello terso y sin una sola arruga.
Pero el cuarto no es el mismo en el que vive y duerme. Puede ver muebles de un diseño muy viejo, como principios de siglo. Además, encima del tocador hay frascos y afeites varios. No es sino cuando su mirada se posa en el escote que se da cuenta de que el reflejo está desnuda. Los pechos tienen los pezones erectos, y están firmes. La curva del estómago se pronuncia apenas, y es como si invitara a su mano a recorrerla.
La excitación va en aumento, y quiere ver más del cuerpo que tiene frente a sí, puede verlo recorriendo los labios con la lengua, humedeciendo su superficie. Se levanta, por instinto lleva la mano a su entrepierna, casi al mismo tiempo su reflejo se levanta y copia su gesto.
La sorpresa se apodera de él, conforme se da cuenta del vacío que hay en su entrepierna, una hendidura en lugar de su sexo, y se convierte en estupor conforme se da cuenta de que es su reflejo quien tiene el pene en su mano y comienza a acariciarlo con la mayor de las impudicias. La sonrisa de la mujer lo provoca, lo tienta, y él comienza a su vez a hundir sus dedos en la oquedad. En el fondo del espejo, Takata mueve la cabeza, desaprobando la ceremonia que el gusano ha organizado en el sueño.
Algo habrá que hacer.

Monday, May 11, 2009

En el descenso...

Poco sabemos qué fue lo que vió el reverendo Takata en su viaje al mundo de los espíritus.
Lo que es cierto es que después de eso, Takata fue refugiándose cada día más en la tierra de los sueños del hombre.
Algunos se aventuran a especular la clase de seres que habitan ahora en esas tierras. Dicen, pero sólo ellos sabrán, que los entes que pueblan tales tierras tienen hocicos como perros, y ladran y aúllan todo el tiempo.
Otros más descreen de tales invenciones.
Pero son incapaces de proponer una visión del mundo espiritual.
Hubo un loco, que murió en medio de la basura del mercado Martínez de la Torre, que gritaba que sólo él conocía lo que el reverendo había visto.
Día tras día, hasta su infausta muerte, el loco gritaba, pero nadie atinaba a detenerse para interrogarlo.
Sólo uno, casi en el día en que murió, tuvo el valor de preguntar que era lo que había en la tierra de los espíritus, y el loco, bajando la voz, le susurró:
"Cuando Takata llegó de la tierra espiritual, sólo dijo esto:
-Tierra baldía."

Tuesday, May 05, 2009

Dámocles

Se abolieron sus cadenas.
Así nada más, un día se cayeron. El agua que lo atormentaba simplemente quedó quieta.
Pudo saciar su hambre, y por primera vez, no pensó en el peligro arriba de su cabeza.
Asustado, volteó hacia los techos, y no vió la consabida hoja pendiente.
Fue saliendo poco a poco de sus prisiones milenarias.
Pudo moverse de nuevo entre los hombres, en un mundo que no comprendía.
El ruido, los olores, las cantidades de personas moviéndose, unas contra otras, fueron un nuevo tormento que no supo como enfrentar.
Ahora pasa los días encerrado.
Casi no come, y teme el contacto con el mundo exterior.
Extraña terriblemente la espada a punto de caer.

Monday, April 20, 2009

Tu cumpleaños sin tí

Quizá la música no te alcance.
Y la luz sea escasa para poder traerte de vuelta a la casa.
Quizá ya nada pueda romper tu recuerdo, es cierto, pero algunos preferirán tenerte, imperfecta, entre las horas del día.
Me faltó contarte que ya es abril, y la primavera vino entre agua.
Como me ha hecho falta hablarte y oír tu voz cercana.
Quiero decirte que este abrazo ya no podré darlo, y quedará guardado.
Ni acompañará de nuevo la música de tu risa al sol.
La casa está vacía...
Pero adentro de mí te deseo feliz cumpleaños,
y te abrazo.

Thursday, March 26, 2009

Otra vuelta de Mitología

De buena fuente se sabe que un grupo de mujeres, armadas hasta los dientes, buscan entre la población a un tal Herakles.
Se recompensará con una destripada rápida a quien pueda proporcionar datos que lleven al paradero del susodicho.
La última vez que las mujeres le vieron, el individuo portaba una piel de león cruda por todo vestido, y exhibía sus atributos sin ningún pudor.
Si usted tiene datos que permitan su localización, favor de salir a la calle más cercana, pues las mujeres se encuentran devastando las ciudades.
Dicen que Herakles se olvidó de regresar para seguir encadenándolas.

Tuesday, March 10, 2009

Prometeo en cadenas

Prometeo soñó que, de nuevo, robaba el fuego a los dioses.
Corría para dar el don a los hombres.
Atrás de él, la cólera de los olímpicos volvía a estremecer los cielos.
Pronto, el titán se halló entre las pequeñas criaturas que apenas vestían pieles crudas, y señalaban sin atinar a emitir un ruido, la flor roja que Prometeo llevaba en alto.
Quiso que la recibieran, y quiso que en adelante, los hombres pudieran pasar la noche sin sobresaltos.
Al ofrecer el fruto de su crimen, los hombres se apretujaron y en sus rostros el horror tomó forma. Los más osados acercaron sus manos, sólo para retirarlas ante la mordedura.
El temor cede el paso a la ira, y el deseo de acabar con éso, que no entienden, va imponiéndose en el grupo, sin necesidad de palabras.
Arrojaron piedras, palos, arena en contra de la flor que muerde y su portador.
De nada valió el hecho de que Prometeo hubiera sido su benefactor en otras ocasiones.
Ante la andanada, el titán vacila, retrocede, y de su mano cae la brasa.
Ya en el suelo, el resplandor se debilita hasta extinguirse. Y en el cielo, un fulgor más intenso va perfilándose a espaldas del ladrón, que esté temblando...

Tuesday, February 17, 2009

Sueño express

Esa noche volvió a soñarse en la estación del metro infinita.
Los trenes se arremolinaban de nuevo, sobre las vías superpuestas unas a otras.
Tres trenes partían rumbo al sur.
Se vió sentado de nueva cuenta en el andén.
A su alrededor la gente parecía no darse cuenta de los bultos que estaban en medio del paso.
"Alguien debió haberlos puesto ahí", pensaba, mientras una sensación creciente de angustia se iba incrustando en su cuerpo.
Empezaba a reconocer los paquetes. Antes de tener la certeza que ya los había visto antes, supo que no quería abrirlos.
Porque los abriría, ineluctablemente, eso también lo sabía ya.
Miró a uno y otro lado, en espera de recibir un guiño, por lo menos, para saber que no estaba solo, que no abriría solo los paquetes.
Al acercarse, el olor de la podre lo inundó todo, pero la gente seguía sin inmutarse siquiera ante la peste.
Las arcadas se sucedieron con mayor frecuencia (terminó vomitando, como se dio cuenta cuando despertó). Empezaba a abrir el primero de los paquetes, el que reconoció de inmediato, y supo que una mirada velada y la grisura de la piel le recibirían en cuanto se abriera del todo el empaque...

De los cuadernos de Mesmer 2

... el asunto fue que, a despecho de lo que pudiera pensar, Takata invade espacios que me ponen en un cerco.

Camino por mis lugares cotidianos y encuentro señas, imperceptibles a veces, que delatan la presencia del reverendo en estos lugares que para mí resultaban ser refugio.

Si tomo un café en lo de Nacho, dentro de mi taza encuentro restos de hojas de té. Algo que en principio achaqué a un descuido, resultó ser un recordatorio constante de Takata, anunciándome que no habría descanso ni olvido para mis acciones.

Si llego hasta lo de ...... para estar un rato con alguna chica nueva, el reverendo se encarga de dejar señales en la recámara: un cráneo de perro, huesos de aves, alguna carta nueva para Ezquerra. Es una persecución constante, que no me da respiro.

Y sobre todo en mi casa, en mi propia casa, aparecen objetos relacionados con historias viejas que conté para conseguir dinero.

Las sombras que levanté algún día, vuelven, por instantes, para recordarme que lucré con su desgracia.

Allí en la esquina del librero aparece un dedo, el de la esposa que por coquetear con un empleado fue mutilada por su marido. Al final arregló que la mataran, porque no podía soportar verla llevándose la taza del café con la mano incompleta.

Por allá, restos ensangrentados de una playera, esclavas de oro, casquillos de bala, un cuchillo de cocina que rebanó tres gargantas, dentaduras postizas, suenan a veces canciones en el radio, todo depende de las historias que he arrancado a las sombras, para que Takata me atormente.

Ahora, con mayor insistencia, utiliza el grito del niño paquete, el que encontraron en un camión de mensajería, nuestra última jugarreta.

Todos los demás tormentos se esfuman, dejando el grito como un eco entre las paredes de mi casa. Me pregunto si los demás lo han oído.

En cualquier caso, creo que se hace tarde...

Friday, February 13, 2009

Ciudad de Perros...2

La cuestión con Niño Toques


Salió de ninguna parte.

Yo apenas había llegado a la ciudad. No conocía a nadie, y no tenía muy claro que había venido a hacer aquí. Ya sabía que venía buscando a mi padre.

Pero cómo iba a encontrarlo entre tanta pinche multitud, eso no lo sabía.
Salí una mañana húmeda, el cielo apenas escampaba cuando llegué a la estación para tomar el camión que me traería aquí. Apenas había subido los escalones cuando volvió a llover.

Mi madre había muerto, y me hizo prometer que buscaría a mi padre. Yo no lo recordaba, o al menos eso era lo que decía cuando algún conocido me preguntaba sobre él.

Yo no quería recordarlo, ni quería cumplir con la promesa que le hice a mi madre, con el miedo subido a la garganta de verla muriéndose. Apenas pudo susurrarme esas palabras, con su garganta quemada por el oxígeno, que cada día le ayudaba menos a respirar.


Acababa de enterrarla, y ya había dejado encargada la casa. No me quedaban parientes a los cuales preguntarles por el paradero de mi padre.

Si vine a dar aquí, fue simplemente porque mi madre prestaba oídos a cualquier habladuría acerca de mi padre. Alguien que conoció a alguien que conocía a alguien que juraba haberlo visto en la ciudad, le habló a mi madre de esto.

Y hasta el día de su muerte, creyó convencida de que mi padre estaba en la ciudad.


Yo no quise desmentirla, ni tirarle las ilusiones. Pero yo no creí nunca en los avistamientos de mi padre. Siempre supe que, de querer, nos hubiera contactado de cualquier modo.

Pero nunca quiso.

Salí por cumplir mi estúpida promesa a una mujer muerta. Una mujer que para mí fue todo, y al mismo tiempo siempre rehuí.

Ahora tenía que cumplirle, sin importar que, a lo mejor, mi padre hace mucho se hubiera ido al carajo.


Llegué en la noche, la ciudad me recibió como un tapete de luces, que iban cambiando conforme nos acercábamos por la carretera. No pude dormir muy bien en el camión, cargado de humores y ronquidos. Fui el único, creo, en divisar las primeras luces, la fosforescencia que se adivinaba detrás de los cerros. Conforme avanzaba el camión por las curvas de la carretera, se asomaron las primeras casas, hasta que se desenrrollaron por completo los millones de destellos con los que la ciudad saludaba a los recién llegados.

Ya en la terminal, no supe bien por dónde tendría que ir.

Era mi primera vez, y ahí me encontré, en medio de un gentío que no se estaba quieto, y sin la más remota idea de qué hacer.

Caminé hacia el metro, sin fijarme la dirección del tren. Después de varias estaciones, apretujado y cuidando mi maleta, pude bajar en una estación de la que no me fijé cómo se llamaba.


Al salir a la superficie, caminé despacio por las calles húmedas, cargadas de basura, y encendidas con los focos de los puestos que ofrecían comida a los trasnochados.


Hasta hoy desconozco cual fue el camino que tomé, ni me fijé en las calles y sus nombres.


Cuando me sentí con los pies pesados, me detuve para buscar un lugar para pasar la noche. Desde entonces no he abandonado el cuarto. Me detuve para ver lo que había: locales cerrados, ofreciendo partes mecánicas: motores de medio uso, reconstruidos, cigüeñales, levas.A mi izquierda se alzaron fachadas de madera, ventanas cegadas que resguardaban más placas de madera enconchada, no más altas de dos metros, y tampoco mas anchas que eso.


Como un campo de refugiados, y todo ello protegido por una vieja reja oxidada, con cabecitas de muñecas tuertas colgando de los barrotes, y el forntispicio no dejó de intrigarme: Edificio Imperial.


Si hubo antes un edificio, hacía mucho que se había derrumbado.


Todavía hoy no he encontrado en todo el rumbo, a alguien que pueda recordar si hubo el tal edificio. Y ahí fui a instalarme, en uno de los cuartos que estaban abandonados. Repleto de basura y desechos, con agua estancada en una esquina, iluminado apenas por un raquítico foco. Todo en la calle habla de una decadencia sin límites, de un acabamiento de las cosas. Pienso que no hay mejor lugar para estar. Entre partes desgastadas, y que nadie busca, en medio de un predio que nunca tuvo un edificio, ni poseyó algún tipo de carácter imperial.
Entre restos de cabezas plásticas, resguardado por madera apolillada, aquí fue donde paré y desde donde no supe cómo empezar a buscar a mi padre.

Thursday, February 12, 2009

Ciudad de perros...

-Te va a llevar la verga.-
Fue lo que le dijeron antes de agarrarlo y empezar a molerlo a chingadazos. Justo antes de treparlo al auto y arrancar, quemando llantas, para llevarlo a una casa.
Quién sabe cuanto tiempo estuvo con la bolsa en la cabeza. Debió ser mucho, porque cada vez le costaba más respirar, y el aire se volvía más pesado conforme iban avanzando.
¿En realidad iban avanzando? Porque nadie le podía asegurar que de verdad avanzaban, a lo mejor nada más estaban dando vueltas, mientras le daban de patadas.
Pero sí, el auto se movió, como pudo verlo después, o mejor dicho, como después se dio cuenta, al bajar en un lugar totalmente diferente. Eso lo podía saber por el ruido, los olores, sobre todo la humedad del nuevo lugar.
Estuvo ahí, tumbado, sin saber qué pasaría a continuación.
No, sí lo sabía, nada distinto a lo que ya había sucedido: más golpes, más insultos, escupitajos y mentadas de madre. Habría más formas de experimentar el dolor.
Se preguntaba si primero le aplicarían unas descargas en los testículos, o quizá le arrancarían las uñas con unas pinzas.
Había oído que al bad boy le habían clavado el escroto a la silla donde lo tenían amarrado.
La sola idea de tener la punta de un clavo cerca de los testículos le hizo encogerse y llevar sus manos para proteger la entrepierna.
¿Cómo había llegado a esto? También eso lo sabía, y no vale la pena insertar una disgresión hacia el pasado, como se acostumbra.
Fue por culeros. Así de fácil.
Fue por andar metiéndose en lo que no les importaba, pensando en que iban a sacar una buena raja de lana.
Y él ya presentía que no iba a ser como en otras ocasiones. Que algo no andaba bien.
Pero no quiso aguar la ilusión de los demás, que pensaban que con este desmadre se iban a hinchar de lana. No quería aceptar que seguirían atados a las calles, a los recorridos de siempre.
Otra vez vio el clavo encima de su testículo...
Mientras volvía a encogerse, pensó que nunca debieron meterse a ver quién se chingó al niño.
El niño... no había vuelto a pensar en él desde hacía mucho.
Lo encontraron dentro de un camión de mensajería, y eso porque ya la peste estaba inundándolo todo. Dentro de un paquete encontraron una pierna y parte del brazo. En otro estaba el torso.
La cabeza iba dentro de una caja envuelta en papel para regalo, y los ojos seguían abiertos, con ese velo blanquecino que se forma en todas las cabezas cercenadas.
El resto del cuerpo no se pudo hallar. Ni las partes faltantes.
Debió tener unos diez años, quizá menos.
Los paquetes iban para Juárez, la dirección resultó ser un predio industrial que estaban rematando.
Nunca se supo si había un reporte sobre su desaparición, ni en la tele hubo solicitudes para identificarlo.
No se supo de donde vino, ni quienes podían saber algo acerca de su familia o conocidos.
Se pudo saber, eso sí, que lo habían mutilado estando vivo, por lo que sintió los cortes en su cuerpo. De lo otro no se habló, por pudor, por asco, yo que sé. Al final, la cabeza se la cortaron en dos intentos.
Resulta que decapitar a alguien no es tan fácil.
Por lo menos no ahora, cuando ya no es una práctica regular para quitar la vida.
Y las armas de fuego han sustituido a las espadas y hachas.
No cualquiera puede cortar una cabeza a las primeras de cambio.
Quizá el niño alcanzó a gritar, cuando vio venir el golpe, puesto que recibió el golpe de frente. Y los médicos especularon que alcanzó a ver, pero ya no pudo gritar, el segundo madrazo.
Aún después de los meses que transcurrieron desde su descubrimiento, no pudieron determinar con qué le cortaron la cabeza. Algunos decían que con un machete.
Otros aseguraban que las marcas del corte las pudieron haber hecho las cuchillas de una rebanadora de papel, por eso la dificultad para cercenar de un golpe la cabeza.
Lo cierto es que durante mucho tiempo, el cuerpo estuvo en los congeladores del semefo.
Hasta que se perdió toda esperanza de identificarlo, y enterraron el cuerpo en la fosa común.
Hasta ahí hubieran quedado las cosas.
Pero ellos tenían que meterse a ver qué provecho podían sacarle a esta historia. Fue Mesmer el que la conoció primero, puesto que sus contactos lo alertaron.
Y Mesmer comenzó a convocar a sus sombras, para levantar esta historia; mientras que él comenzó a buscar en los incendios de las paredes, indicios para orientar su estafa.
Pensaba en esto, cuando oyó la puerta abrirse, y en unos instantes unos brazos lo sujetaron, alzándolo del suelo y sentándolo en una silla con descansabrazos.
Sintió las cuerdas, apretando sus articulaciones en muñecas y tobillos, y pensó que iba a ensuciar la silla, porque durante días no había podido limpiarse el culo.
Le quitaron la bolsa de la cabeza, y alcanzó a ver frente a él un taladro. En la esquina izquierda de la habitación, el Niño Toques se acurrucó en el rincón, y lo miró extrañado.

Wednesday, February 11, 2009

En lo subterráneo

A su alrededor la gente se arremolina en los andenes, en los torniquetes de entrada, la estación es un hervidero de gente.
Del mismo modo, los trenes salen y llegan con velocidad vertiginosa; ocupando las vías, una encima de otra.
El ruido aumenta conforme la gente lucha por subir a los atestados vagones, invaden las vías y los túneles para llegar hasta los trenes.
Gente que esperaba llegar hasta los andenes tiene que salir por la boca de los túneles. Así de intenso es el tráfico, que impide a los trenes descargar su pasaje en el lugar señalado.
Entre el gentío, siente de repente que alguien lo observa.
Poco a poco se va abriendo un espacio por entre los cuerpos, y es entonces que lo aprecia completamente. Lo ha visto antes, cuando aborda el metro, y en los vagones él va pidiendo limosna, con la monodía que es capaz de emitir por su garganta.
El pelo es hirsuto, negro y lacio, muy lacio, como agujas apuntando al suelo. Los dientes se proyectan hacia afuera desde la mandíbula superior, y los dientes inferiores apenas pueden verse. No tiene cuello, ni mandíbula inferior.
Sólo puede regurgitar algunos sonidos: "AHHHHH, AHHH, AAAHHHHHHH".
Pasa por entre los usuarios, que se cuidan bien de no tocarlo, ni siquiera rozarlo. Como si temieran que el simple hecho de estar cerca de él les contagiará no se sabe qué.
Alguna vez escuchó el apodo que un desocupado le puso... ¿cuál era?
¡Rey Sapo!
Eso es, el Rey Sapo, que pasa con su bote pidiendo monedas, mientras alcanza a gemir lo que él entiende por una canción.
Lento, va caminando directamente hacia él. Los ojos lastimeros no dejan de verlo.
Aparta a uno y otro lado a los viandantes. Y se encuentra muy cerca "¡AHHHH, AHH, AAHHH!";
él no puede salir, porque la gente se aglomera y le impide el paso. Empuja, y resuella, pero es inútil. ¡No le dejan salir!
Vuelve a empujar y no sucede nada, la gente sigue parada, esperando llegar hasta el andén.
Algo, como un hormigueo le recorre la espalda. Sus nervios están haciendo estragos en su estómago.
No quiere voltear, porque sabe que ya está ahí.
Está sudando frío, y quiere que esto termine. Voltea, y frente a él se encuentra Rey Sapo.
Sostiene su bote con monedas, y comienza a abrir su boca....

Thursday, February 05, 2009

De los cuadernos de Mesmer

Al reverendo Takata, casi siempre, lo he encontrado en mis sueños.
No sé dónde más podría uno hallarlo, ni de alguien que lo haya hecho en la vigilía.
Todas las veces, su rostro añade un toque ominoso a mis visiones.
No importa si me encuentro al centro de un huracán, navegando en aguas ligeras, o volando muy por arriba de las ciudades. Cuando llega a mis ensueños, el reverendo añade elementos que transforman mis pesadillas en territorio de infiernos.
Nunca perdonó el hecho de que me ganara la vida levantando sombras. Contando las historias que guardan para calentarse un poco, a la orilla de las aguas turbias.
El silencio, no otra forma, me anuncia que el juicio está en curso.
Se me pedirán cuentas de mis acciones. Y mi castigo será terrible...

Monday, January 26, 2009

La tempestad y el sueño

Sueña con un cuadro enorme, instalado en una sala de dimensiones gigantescas. El lugar resplandece con miles de velas, que iluminan la exhibición de objetos inverosímiles, titánicos y sin relación con las dimensiones humanas.
Es la hora de cierre, o al menos eso es lo que le dice el vigilante.
Asiente, sin decir una sola palabra, y se entrega a la contemplación del cuadro. La escena se presenta móvil, cambiando constantemente. En el cuadro, puede observar una embarcación, que lucha contra una tempestad.
Las nubes negras rodean la embarcación, y desatan la fuerza de la tormenta.
Olas enormes chocan contra la madera, y amenazan con sumergir el frágil barquito.
En medio de la conmoción se ve a sí mismo, luchando con los remos y la vela, buscando preservar su vida.
Puede oler la sal del mar, sentir el frío viento y empaparse con la resaca.
El nudo en su estómago es indicio de miedo, y tiene ganas de llorar. El mundo se voltea de cabeza con cada nueva ola, y el mareo no le permite ubicar ningún punto de referencia. El cielo encapotado no permite ver las estrellas. Está perdido.
Desde el fondo del cuadro, algo empieza a crecer.
Desafiando a la tempestad, el reverendo Takata se aproxima al bote.
Camina entre las aguas bravas, y en su rostro no se adivina ni la más mínima señal de angustia.
Está ya junto al bote, y mira al navegante por un instante.
Abre su casaca, y de entre los pliegues saca una gigantesca ancla, que en seguida arroja al bote.
Éste se parte, y el navegante es tragado por las aguas.
Desde afuera, él puede verse a sí mismo hundiéndose.

Tuesday, January 20, 2009

El veredicto velado

El aire sopla helado. A mi alrededor el frío va cercándome.

Escalo; grandes bloques grises, como prismas se elevan hasta perderse de vista en la obscuridad del cielo.

Veo cielos negros, así, no un cielo encapotado con nubes de tormenta, cielos negros que se arremolinan.

Cada nuevo bloque que logro escalar me va llevando más alto, hasta las regiones del aire tempestuoso, que se estrella contra esta amalgama de prismas.

Cada vez es más difícil trepar, pues las superficies se van haciendo cada vez más lisas, resbalo con una frecuencia cada vez mayor, y ya no puedo ver el suelo, oculto por nubes.

No me quedan más bloques para escalar.

He llegado a la cima, y el aire ruge cada vez más fuerte, y ya no puedo tampoco bajar por donde vine. Al voltear hacia abajo me doy cuenta de que estoy a varios cientos de metros por arriba del último bloque que escalé.

Estoy solo, y sin un lugar donde refugiarme del temporal que se ha desatado. Los cielos chocan, y la obscuridad va creciendo. Siento el aire que atraviesa la ropa que llevo.
Encima de mí, puedo oír que me llaman por mi nombre.
El reverendo Takata está mirándome, y de la mano lleva a un pequeño niño, que también me sonríe.

Ambos están perpendiculares a mí, flotando, y no sé qué hacer.
Pienso que es alguna clase de prueba, pero de qué, eso no lo puedo decir.
Siento que estoy siendo juzgado, y del veredicto depende que pueda llegar a salvo, no sé a dónde.

Voltean a verse entre sí, y con la mirada parecen ponerse de acuerdo en los últimos detalles.
Entonces, el suelo se abre a mis pies y caigo.

Friday, January 16, 2009

Sacerdotes imbéciles

La ropa provoca, dice clero a mujeres
Natalia Gómez Quintero y Noemí Gutiérrez El Universal
Viernes 16 de enero de 2009

Autoridades eclesiásticas responsabilizaron a las mujeres de ser culpables de las agresiones sexuales que sufren, debido a la ropa “provocativa” que visten

sociedad@eluniversal.com.mx

Autoridades eclesiásticas responsabilizaron a la mujer de ser culpables de las agresiones sexuales que sufren, debido a la ropa “provocativa” que visten.
Con escotes pronunciados y minifaldas “está provocando al hombre”, dijo el arzobispo de Santo Domingo, Nicolás de Jesús López Rodríguez, durante el sexto Encuentro Mundial de las Familias.
Las mujeres se exponen a violaciones, a que las usen, que las traten como un trapo viejo, porque desvaloran su persona y su dignidad, dijo por su parte el obispo auxiliar de Tegucigalpa, Darwin Rudy Andino.
En el mismo sentido, laicos asistentes al encuentro afirmaron que la mujer es la responsable de sufrir ataques tanto físicos como verbales, pues deben ser recatadas en su forma de vestir y no despertar el morbo en las demás personas.
“Tienen la culpa de que las ataquen”, añadió la religiosa ecuatoriana Alexandra Marcillo.

Para el obispo de Ciudad Juárez, Renato Ascencio, la mujer no sólo debe cambiar su forma de vestir sino sus actitudes. Se ha perdido el pudor en la familia mexicana, mencionó.
En el sitio oficial de internet del Encuentro Mundial de las Familias se recomienda a las mujeres que no usen ropa provocativa, que cuiden sus miradas y gestos y que no admitan “chistes picantes”.

¿¿Ésto dicen los mismos que solapan que sus sacerdotes abusen de niños??
Que ejemplo de rectitud moral, de guía y soporte. Ahora ningún hombre que ejerza este tipo de violencia será culpable. La culpa será de las mujeres. Ésas sí son chingaderas y no pendejadas.
Pero no podíamos esperar nada de semejantes simios.
Ya ven, tardaron cuatrocientos años en pedirle disculpas a Galileo, y decir que sí, efectivamente, la Tierra gira alrededor del Sol.
Pura vanguardia en el pensamiento.

Friday, January 09, 2009

Ukiyo-e

Me sé vestido con una armadura escarlata y blanca.
A mi alrededor, un campo con pastos muy verdes, esmeraldas casi, y construcciones de madera.
Avanzo, con la espada desenvainada (tengo la espada en la mano), y lanzo tajos a izquierda y derecha.
Mis enemigos, invisibles hasta el momento del corte, caen, uno tras otro.
Sigo mi avance, y llego a la orilla de las aguas.
El mar está en tempestad. Las olas, de agua revuelta, ocres, se revuelven contra sí mismas y son más altas que la tierra.
Todo está amenazado por la furia del mar, y de un momento a otro se tragará la tierra.
Subo a un promontorio (un filo de tierra que se yergue contra el estruendo).
Con la espada en alto, mi voz se eleva hasta desafiar el rugido de las aguas.

Thursday, January 08, 2009

Feliz Año Nuevo en Gaza

"También tú has hecho como si no supieras naday has cerrado los ojos.
¿Dónde está el próximo matadero?"
Elías Canetti, Apuntes

Gaza es una región que se encuentra lejos. Muy lejos como para que podamos oler la sangre, o recorrer las ruinas de edificios y casas. Tampoco podremos ver los restos humanos desperdigados, ni atender a los cientos de heridos y mutilados que el conflicto actual dejará.Gaza está muy lejos como para organizar una cadena humanitaria de ayuda, o para que las universidades públicas sean sede de movimientos estudiantiles, que exijan el cese de las acciones militares.
Imaginemos que, en un momento dado, podamos salir de nuestra abulia, de nuestra cotidiana indiferencia, y situémonos en un escenario semejante: dos países cercanos al nuestro, abren hostilidades. Furiosamente se atacan uno a otro, sin importarles la población civil atrapada en el área de combate.
Imaginemos que uno de los contendientes es, militarmente, más fuerte que el otro, y que comienza a desplegar una ofensiva brutal. Los heridos comienzan a saturar el sistema de salud, lo que se agrava porque la otra parte no permite que la ayuda humanitaria llegue hasta los hospitales.
Toda vez puestos en este escenario, ¿no deberíamos exigir, por simple empatía, el cese de acciones que causan estragos tan devastadores?¿No deberíamos, por simple piedad, exigir al gobierno que presione para que se declare un alto al fuego?
Dejemos de lado las cuestiones ideológicas que alimentan el conflicto. Dejemos de lado el quién comenzó con las hostilidades. Aunque se puede argumentar que el otro lado, el que despliega la ofensiva, también tiene su cuota de muertes y heridos por las acciones del adversario, ¿es suficiente excusa para causar tal destrucción?
No lo sé. Porque no podría decir si el exterminio de la población civil, en especial niños (de uno u otro bando), asegurarán el cese de ataques.
Y de igual forma, creo que estamos demasiado lejos, tanto física así como emocionalmente, del conflicto.
Porque no hacemos nada que presione a las partes a sentarse y resolver por la vía del diálogo el conflicto.
Tal vez, hace ya mucho tiempo que todos estamos sordos, por eso no oímos las súplicas de ayuda.

Sueño infinito de ausencia

Vio la ciudad en llamas. Altas llamaradas verdes devoraban los edificios, destacándose sobre un cielo negro. Era la devastación.
Vio después sobre las ruinas una balsa que flotaba, y a su madre sobre la balsa.
Ella se despedía, agitando la mano; y la veía con sus lentes de vidrios verdes, su cabello ensortijado, cada vez más lejos.
Gritaba con voz desesperada: "¡No me dejes, no me dejes!".
Ella solamente pudo seguir flotando y disminuir conforme se alejaba.
Se despertó llorando, histérico. Su madre corrió a su lado, y después de besarlo, le aseguró que jamás se apartaría de él.
Vuelve a despertar. Nadie corre en la obscuridad para consolarlo.
Ahora sí está solo.

Wednesday, January 07, 2009

Sueño de la justa venganza

Está listo para ir a dormir.
Hoy se propuso descansar, el cuerpo también necesita un respiro de los placeres que se le procuran. Además, mañana tiene un día muy ajetreado, entre las reuniones de negocios y comidas con las personas idóneas para sobornar, y así lograr que sus empresas sigan generando grandes ganancias.
Está satisfecho, lentamente se pasa la mano por el vientre abultado; recorre la piel, y siente los vellos erizarse cuando recuerda lo que pasó tan sólo unas horas antes. La nueva niña que entró a la fábrica de mezclilla, como todas, se resistió al principio. Todo fue cosa de darle una lección, y después todo fue de maravilla.
Ahora se recuesta, apenas su cabeza toca la almohada, comienza a roncar.
Cree que se ha despertado, y puede ver el techo, no recuerda haber dejado encendidas las luces. Algo está mal. Siente un dolor punzante en la cara, y todo el lado izquierdo lo siente entumecido. No puede darse el lujo de morir ahora. Piensa en un infarto, pero entonces, el resto del cuerpo comienza a dolerle, y de la nariz escurre sangre.
El sabor metálico le invado la boca y se da cuenta de los sollozos, pero no puede voltear para ubicar quien puede estar llorando. ¿A qué horas se pudo haber metido alguien a su recámara?
Quiere levantarse, correr, pero no puede hacer que su cuerpo responda. Y las lágrimas le nublan la vista, ¿cuándo comenzó a llorar?
Siente entonces la presencia. Alguien más, pero no quien está gimiendo. Y sabe que está en peligro. No quiere morir, ¡tiene que levantarse, carajo!
Voltea en busca de algo con qué defenderse, y entonces se ve a sí mismo. De pie ante el espejo donde se acicala, los frascos de colonia alineados, él de pie con su bata de seda morada.
¡¿Cómo puede verse así?!
Cuando se voltea, se da cuenta de que quien ha estado sollozando ha sido él mismo, porque de su boca comienzan a brotar quejidos, y se puede oír diciendo: "nononononononononono", pero su voz no puede subir el tono. La parte de él, su cuerpo, que se preparaba frente al espejo, se da la vuelta, sonriendo se acerca hacia la cama. La bata está abierta, sólo eso lo cubre.
Y puede ver su panza tapizada con vellos grises, las verrugas que se multiplican en su pecho y cuello, y más abajo....
Ahora sabe que sueña, y quiere despertar, ¡algo tiene que hacer para despertar! Su mano busca entre las sábanas, una mano diminuta, como sus senos, ¿senos?
"¡Puta madre!", no deja de repetirse lo mismo mientras que su cuerpo sigue acercándose.
Ya está encima de sí mismo, y puede oler el aliento agrio, el sudor mezclado con las esencias, siente el peso de su cuerpo sobre este otro cuerpo que ahora ocupa. Y vuelve a sentir el dolor, causado por los madrazos que su cuerpo le suelta. Otra vez la sangre, y el ojo izquierdo se le cierra inflamado. ¡Chingado! y ahora se acerca más y....
El reverendo Takata cierra la puerta de la recámara, y reprime la poca piedad que busca emerger de él.

Tuesday, January 06, 2009

Sueño de la fortuna

El reverendo Takata se pregunta si, en algún momento, todavía los dioses ofrecen favores a los insensatos que tienen el atrevimiento de adorarlos.
Largo fue el silencio. Hasta que por fin, tras un ligero cabeceo del venerable, a su lado el dios azul apareció.
Incluso en su apariencia más benévola, el joven dios no podía evitar el horror que despertaba su presencia en el corazón de los hombres. Pero el reverendo Takata no es cualquier hombre.
Para él, que recorre los dominios casi infinitos del sueño, la presencia de un dios (sobre todo éste, joven aún) no significaba ninguna especie de sobresalto.
Algún tiempo más pasó, mientras los dos se interrogaban con la mirada.
Y fue la joven deidad la que inició el diálogo, más soliloquio, con el venerable.
“Algunos hombres opinan que este tiempo ha terminado de minar la fe del resto de la humanidad en nosotros. Pero, venerable, ¿qué idea es más fuerte que la más ínfima esperanza de que el destino de cada uno, el lugar en el mundo, esté determinado por una oscura mano? ¿Cómo es que los hombres siguen aferrados a la secreta esperanza que el dolor y el desamparo, que la prosperidad y el poder, son dádivas que nosotros, dioses, otorgamos?
“Te repito venerable, dales a los hombres la esperanza, y ellos sabrán torcerla hasta achacarle a la más insignificante deidad (una que no pueda realizar ni el más bastardo milagro), el poder de convertirlos en emperadores, la capacidad de terminar con la monotonía de sus vidas.
“Es costumbre aún entre nosotros, otorgar, de vez en vez, imperios a hombres que descreen de la maravilla unidimensional de este mundo. Todavía existen aquellos que se piensan con un destino superior a sus congéneres. Otros, que son más numerosos, opinan que la fortuna es una perra, que reparte sus favores entre quienes no lo merecen, o entre los que los reciben por el sólo hecho de estar ahí, sin tener mayor mérito. Y por último, están lo que no creen más que en el hambre que padecen hasta el último día de su vida.
“Son los primeros a los cuales nos interesa favorecer, reverendo, por lo cual repartimos nuevos territorios de ensueño. Pero, como en todo reverendo, lo que no decimos a nuestros ingenuos necios, es que estos imperios están condenados a repetir, incesantemente, el mismo destino, sin posibilidad de variación, sin una leve desviación, durante toda una eternidad, o un leve parpadeo. Así, puedes encontrarte comandando un imperio en el que se repiten los mismos gestos, los mismos diálogos, el mismo ceremonial día con día, en espera de que alguien, cometa las más ligera variación; o están los reinos en guerra perpetua, donde el emperador se levanta diariamente para comandar sus tropas, y ser traicionado, y luego muerto, por algún cortesano ambicioso. Y esta farsa ocurre exactamente igual, hasta que el desdichado implora morir de forma permanente, y teme volver a despertar. O aquel otro que comanda espacios vacíos, y busca, incesante, alguien a quien comunicarle su voluntad.
“Y tú, venerable, ¿qué buscas dominar?”
El reverendo Takata acomoda los pliegues de su hakama, y sólo basta sonreír para que la presencia se desvanezca, y volver a disfrutar del silencio.