Monday, January 26, 2009

La tempestad y el sueño

Sueña con un cuadro enorme, instalado en una sala de dimensiones gigantescas. El lugar resplandece con miles de velas, que iluminan la exhibición de objetos inverosímiles, titánicos y sin relación con las dimensiones humanas.
Es la hora de cierre, o al menos eso es lo que le dice el vigilante.
Asiente, sin decir una sola palabra, y se entrega a la contemplación del cuadro. La escena se presenta móvil, cambiando constantemente. En el cuadro, puede observar una embarcación, que lucha contra una tempestad.
Las nubes negras rodean la embarcación, y desatan la fuerza de la tormenta.
Olas enormes chocan contra la madera, y amenazan con sumergir el frágil barquito.
En medio de la conmoción se ve a sí mismo, luchando con los remos y la vela, buscando preservar su vida.
Puede oler la sal del mar, sentir el frío viento y empaparse con la resaca.
El nudo en su estómago es indicio de miedo, y tiene ganas de llorar. El mundo se voltea de cabeza con cada nueva ola, y el mareo no le permite ubicar ningún punto de referencia. El cielo encapotado no permite ver las estrellas. Está perdido.
Desde el fondo del cuadro, algo empieza a crecer.
Desafiando a la tempestad, el reverendo Takata se aproxima al bote.
Camina entre las aguas bravas, y en su rostro no se adivina ni la más mínima señal de angustia.
Está ya junto al bote, y mira al navegante por un instante.
Abre su casaca, y de entre los pliegues saca una gigantesca ancla, que en seguida arroja al bote.
Éste se parte, y el navegante es tragado por las aguas.
Desde afuera, él puede verse a sí mismo hundiéndose.

Tuesday, January 20, 2009

El veredicto velado

El aire sopla helado. A mi alrededor el frío va cercándome.

Escalo; grandes bloques grises, como prismas se elevan hasta perderse de vista en la obscuridad del cielo.

Veo cielos negros, así, no un cielo encapotado con nubes de tormenta, cielos negros que se arremolinan.

Cada nuevo bloque que logro escalar me va llevando más alto, hasta las regiones del aire tempestuoso, que se estrella contra esta amalgama de prismas.

Cada vez es más difícil trepar, pues las superficies se van haciendo cada vez más lisas, resbalo con una frecuencia cada vez mayor, y ya no puedo ver el suelo, oculto por nubes.

No me quedan más bloques para escalar.

He llegado a la cima, y el aire ruge cada vez más fuerte, y ya no puedo tampoco bajar por donde vine. Al voltear hacia abajo me doy cuenta de que estoy a varios cientos de metros por arriba del último bloque que escalé.

Estoy solo, y sin un lugar donde refugiarme del temporal que se ha desatado. Los cielos chocan, y la obscuridad va creciendo. Siento el aire que atraviesa la ropa que llevo.
Encima de mí, puedo oír que me llaman por mi nombre.
El reverendo Takata está mirándome, y de la mano lleva a un pequeño niño, que también me sonríe.

Ambos están perpendiculares a mí, flotando, y no sé qué hacer.
Pienso que es alguna clase de prueba, pero de qué, eso no lo puedo decir.
Siento que estoy siendo juzgado, y del veredicto depende que pueda llegar a salvo, no sé a dónde.

Voltean a verse entre sí, y con la mirada parecen ponerse de acuerdo en los últimos detalles.
Entonces, el suelo se abre a mis pies y caigo.

Friday, January 16, 2009

Sacerdotes imbéciles

La ropa provoca, dice clero a mujeres
Natalia Gómez Quintero y Noemí Gutiérrez El Universal
Viernes 16 de enero de 2009

Autoridades eclesiásticas responsabilizaron a las mujeres de ser culpables de las agresiones sexuales que sufren, debido a la ropa “provocativa” que visten

sociedad@eluniversal.com.mx

Autoridades eclesiásticas responsabilizaron a la mujer de ser culpables de las agresiones sexuales que sufren, debido a la ropa “provocativa” que visten.
Con escotes pronunciados y minifaldas “está provocando al hombre”, dijo el arzobispo de Santo Domingo, Nicolás de Jesús López Rodríguez, durante el sexto Encuentro Mundial de las Familias.
Las mujeres se exponen a violaciones, a que las usen, que las traten como un trapo viejo, porque desvaloran su persona y su dignidad, dijo por su parte el obispo auxiliar de Tegucigalpa, Darwin Rudy Andino.
En el mismo sentido, laicos asistentes al encuentro afirmaron que la mujer es la responsable de sufrir ataques tanto físicos como verbales, pues deben ser recatadas en su forma de vestir y no despertar el morbo en las demás personas.
“Tienen la culpa de que las ataquen”, añadió la religiosa ecuatoriana Alexandra Marcillo.

Para el obispo de Ciudad Juárez, Renato Ascencio, la mujer no sólo debe cambiar su forma de vestir sino sus actitudes. Se ha perdido el pudor en la familia mexicana, mencionó.
En el sitio oficial de internet del Encuentro Mundial de las Familias se recomienda a las mujeres que no usen ropa provocativa, que cuiden sus miradas y gestos y que no admitan “chistes picantes”.

¿¿Ésto dicen los mismos que solapan que sus sacerdotes abusen de niños??
Que ejemplo de rectitud moral, de guía y soporte. Ahora ningún hombre que ejerza este tipo de violencia será culpable. La culpa será de las mujeres. Ésas sí son chingaderas y no pendejadas.
Pero no podíamos esperar nada de semejantes simios.
Ya ven, tardaron cuatrocientos años en pedirle disculpas a Galileo, y decir que sí, efectivamente, la Tierra gira alrededor del Sol.
Pura vanguardia en el pensamiento.

Friday, January 09, 2009

Ukiyo-e

Me sé vestido con una armadura escarlata y blanca.
A mi alrededor, un campo con pastos muy verdes, esmeraldas casi, y construcciones de madera.
Avanzo, con la espada desenvainada (tengo la espada en la mano), y lanzo tajos a izquierda y derecha.
Mis enemigos, invisibles hasta el momento del corte, caen, uno tras otro.
Sigo mi avance, y llego a la orilla de las aguas.
El mar está en tempestad. Las olas, de agua revuelta, ocres, se revuelven contra sí mismas y son más altas que la tierra.
Todo está amenazado por la furia del mar, y de un momento a otro se tragará la tierra.
Subo a un promontorio (un filo de tierra que se yergue contra el estruendo).
Con la espada en alto, mi voz se eleva hasta desafiar el rugido de las aguas.

Thursday, January 08, 2009

Feliz Año Nuevo en Gaza

"También tú has hecho como si no supieras naday has cerrado los ojos.
¿Dónde está el próximo matadero?"
Elías Canetti, Apuntes

Gaza es una región que se encuentra lejos. Muy lejos como para que podamos oler la sangre, o recorrer las ruinas de edificios y casas. Tampoco podremos ver los restos humanos desperdigados, ni atender a los cientos de heridos y mutilados que el conflicto actual dejará.Gaza está muy lejos como para organizar una cadena humanitaria de ayuda, o para que las universidades públicas sean sede de movimientos estudiantiles, que exijan el cese de las acciones militares.
Imaginemos que, en un momento dado, podamos salir de nuestra abulia, de nuestra cotidiana indiferencia, y situémonos en un escenario semejante: dos países cercanos al nuestro, abren hostilidades. Furiosamente se atacan uno a otro, sin importarles la población civil atrapada en el área de combate.
Imaginemos que uno de los contendientes es, militarmente, más fuerte que el otro, y que comienza a desplegar una ofensiva brutal. Los heridos comienzan a saturar el sistema de salud, lo que se agrava porque la otra parte no permite que la ayuda humanitaria llegue hasta los hospitales.
Toda vez puestos en este escenario, ¿no deberíamos exigir, por simple empatía, el cese de acciones que causan estragos tan devastadores?¿No deberíamos, por simple piedad, exigir al gobierno que presione para que se declare un alto al fuego?
Dejemos de lado las cuestiones ideológicas que alimentan el conflicto. Dejemos de lado el quién comenzó con las hostilidades. Aunque se puede argumentar que el otro lado, el que despliega la ofensiva, también tiene su cuota de muertes y heridos por las acciones del adversario, ¿es suficiente excusa para causar tal destrucción?
No lo sé. Porque no podría decir si el exterminio de la población civil, en especial niños (de uno u otro bando), asegurarán el cese de ataques.
Y de igual forma, creo que estamos demasiado lejos, tanto física así como emocionalmente, del conflicto.
Porque no hacemos nada que presione a las partes a sentarse y resolver por la vía del diálogo el conflicto.
Tal vez, hace ya mucho tiempo que todos estamos sordos, por eso no oímos las súplicas de ayuda.

Sueño infinito de ausencia

Vio la ciudad en llamas. Altas llamaradas verdes devoraban los edificios, destacándose sobre un cielo negro. Era la devastación.
Vio después sobre las ruinas una balsa que flotaba, y a su madre sobre la balsa.
Ella se despedía, agitando la mano; y la veía con sus lentes de vidrios verdes, su cabello ensortijado, cada vez más lejos.
Gritaba con voz desesperada: "¡No me dejes, no me dejes!".
Ella solamente pudo seguir flotando y disminuir conforme se alejaba.
Se despertó llorando, histérico. Su madre corrió a su lado, y después de besarlo, le aseguró que jamás se apartaría de él.
Vuelve a despertar. Nadie corre en la obscuridad para consolarlo.
Ahora sí está solo.

Wednesday, January 07, 2009

Sueño de la justa venganza

Está listo para ir a dormir.
Hoy se propuso descansar, el cuerpo también necesita un respiro de los placeres que se le procuran. Además, mañana tiene un día muy ajetreado, entre las reuniones de negocios y comidas con las personas idóneas para sobornar, y así lograr que sus empresas sigan generando grandes ganancias.
Está satisfecho, lentamente se pasa la mano por el vientre abultado; recorre la piel, y siente los vellos erizarse cuando recuerda lo que pasó tan sólo unas horas antes. La nueva niña que entró a la fábrica de mezclilla, como todas, se resistió al principio. Todo fue cosa de darle una lección, y después todo fue de maravilla.
Ahora se recuesta, apenas su cabeza toca la almohada, comienza a roncar.
Cree que se ha despertado, y puede ver el techo, no recuerda haber dejado encendidas las luces. Algo está mal. Siente un dolor punzante en la cara, y todo el lado izquierdo lo siente entumecido. No puede darse el lujo de morir ahora. Piensa en un infarto, pero entonces, el resto del cuerpo comienza a dolerle, y de la nariz escurre sangre.
El sabor metálico le invado la boca y se da cuenta de los sollozos, pero no puede voltear para ubicar quien puede estar llorando. ¿A qué horas se pudo haber metido alguien a su recámara?
Quiere levantarse, correr, pero no puede hacer que su cuerpo responda. Y las lágrimas le nublan la vista, ¿cuándo comenzó a llorar?
Siente entonces la presencia. Alguien más, pero no quien está gimiendo. Y sabe que está en peligro. No quiere morir, ¡tiene que levantarse, carajo!
Voltea en busca de algo con qué defenderse, y entonces se ve a sí mismo. De pie ante el espejo donde se acicala, los frascos de colonia alineados, él de pie con su bata de seda morada.
¡¿Cómo puede verse así?!
Cuando se voltea, se da cuenta de que quien ha estado sollozando ha sido él mismo, porque de su boca comienzan a brotar quejidos, y se puede oír diciendo: "nononononononononono", pero su voz no puede subir el tono. La parte de él, su cuerpo, que se preparaba frente al espejo, se da la vuelta, sonriendo se acerca hacia la cama. La bata está abierta, sólo eso lo cubre.
Y puede ver su panza tapizada con vellos grises, las verrugas que se multiplican en su pecho y cuello, y más abajo....
Ahora sabe que sueña, y quiere despertar, ¡algo tiene que hacer para despertar! Su mano busca entre las sábanas, una mano diminuta, como sus senos, ¿senos?
"¡Puta madre!", no deja de repetirse lo mismo mientras que su cuerpo sigue acercándose.
Ya está encima de sí mismo, y puede oler el aliento agrio, el sudor mezclado con las esencias, siente el peso de su cuerpo sobre este otro cuerpo que ahora ocupa. Y vuelve a sentir el dolor, causado por los madrazos que su cuerpo le suelta. Otra vez la sangre, y el ojo izquierdo se le cierra inflamado. ¡Chingado! y ahora se acerca más y....
El reverendo Takata cierra la puerta de la recámara, y reprime la poca piedad que busca emerger de él.

Tuesday, January 06, 2009

Sueño de la fortuna

El reverendo Takata se pregunta si, en algún momento, todavía los dioses ofrecen favores a los insensatos que tienen el atrevimiento de adorarlos.
Largo fue el silencio. Hasta que por fin, tras un ligero cabeceo del venerable, a su lado el dios azul apareció.
Incluso en su apariencia más benévola, el joven dios no podía evitar el horror que despertaba su presencia en el corazón de los hombres. Pero el reverendo Takata no es cualquier hombre.
Para él, que recorre los dominios casi infinitos del sueño, la presencia de un dios (sobre todo éste, joven aún) no significaba ninguna especie de sobresalto.
Algún tiempo más pasó, mientras los dos se interrogaban con la mirada.
Y fue la joven deidad la que inició el diálogo, más soliloquio, con el venerable.
“Algunos hombres opinan que este tiempo ha terminado de minar la fe del resto de la humanidad en nosotros. Pero, venerable, ¿qué idea es más fuerte que la más ínfima esperanza de que el destino de cada uno, el lugar en el mundo, esté determinado por una oscura mano? ¿Cómo es que los hombres siguen aferrados a la secreta esperanza que el dolor y el desamparo, que la prosperidad y el poder, son dádivas que nosotros, dioses, otorgamos?
“Te repito venerable, dales a los hombres la esperanza, y ellos sabrán torcerla hasta achacarle a la más insignificante deidad (una que no pueda realizar ni el más bastardo milagro), el poder de convertirlos en emperadores, la capacidad de terminar con la monotonía de sus vidas.
“Es costumbre aún entre nosotros, otorgar, de vez en vez, imperios a hombres que descreen de la maravilla unidimensional de este mundo. Todavía existen aquellos que se piensan con un destino superior a sus congéneres. Otros, que son más numerosos, opinan que la fortuna es una perra, que reparte sus favores entre quienes no lo merecen, o entre los que los reciben por el sólo hecho de estar ahí, sin tener mayor mérito. Y por último, están lo que no creen más que en el hambre que padecen hasta el último día de su vida.
“Son los primeros a los cuales nos interesa favorecer, reverendo, por lo cual repartimos nuevos territorios de ensueño. Pero, como en todo reverendo, lo que no decimos a nuestros ingenuos necios, es que estos imperios están condenados a repetir, incesantemente, el mismo destino, sin posibilidad de variación, sin una leve desviación, durante toda una eternidad, o un leve parpadeo. Así, puedes encontrarte comandando un imperio en el que se repiten los mismos gestos, los mismos diálogos, el mismo ceremonial día con día, en espera de que alguien, cometa las más ligera variación; o están los reinos en guerra perpetua, donde el emperador se levanta diariamente para comandar sus tropas, y ser traicionado, y luego muerto, por algún cortesano ambicioso. Y esta farsa ocurre exactamente igual, hasta que el desdichado implora morir de forma permanente, y teme volver a despertar. O aquel otro que comanda espacios vacíos, y busca, incesante, alguien a quien comunicarle su voluntad.
“Y tú, venerable, ¿qué buscas dominar?”
El reverendo Takata acomoda los pliegues de su hakama, y sólo basta sonreír para que la presencia se desvanezca, y volver a disfrutar del silencio.