Friday, June 18, 2010

"Estamos hundidos en la mierda del mundo...."


Hoy retomo mi blog para escribir que la tristeza es enorme.

Comienza la temporada aciaga, ésa que no se cansa de llegar cada año, apenas se asoma el mes de julio.

Esta vez me llegó mucho antes.

Hoy murió Saramago.

Seguramente se escribirán muchas páginas acerca de su obra, de la importancia de su obra, de su actitud indomable ante el gran horror del mundo que nos ha tocado en suerte.

Por mí que se escriban, por mí que presuman de la erudición de una obra infinita. Pocas son, y muchos son los que presumen de conocerlas.

Hoy sólo quiero compartir mi humilde anécdota, de cómo estuve, por unos segundos, frente a él.

Era 2003, y yo estaba acompañando a David Toscana a su ronda de entrevistas. Ese día nos tocaba ir a la estación de radio W FM, con Javier Aranda.

Al llegar no pudimos dejar de notar que frente a la cabina principal había una aglomeración; los reporteros y editores de la redacción veían y cuchicheaban alegremente.

El motivo era que Saramago estaba en entrevista con Carmen Aristégui. El Toscana y yo, resignados, seguimos hasta la cabina donde se grabaría la entrevista. No recuerdo exactamente qué dijimos, pero seguramente esperábamos poder ver a Saramago antes de que terminara su entrevista, aunque fuera a lo lejos.

La charla de Toscana se fue rápido; cuando salimos, él seguía dentro de la cabina. Toscana me llevó hasta donde dos mujeres conversaban. Eran Pilar, la esposa de don José, y una editora de Alfaguara. Rápidamente Toscana, que conocía a la editora, se acercó y comenzó una plática y las presentaciones de rigor.

De repente, se abrió la puerta de la cabina, y salió Saramago; con un traje oscuro, alto y majestuoso.

David se presentó, hablaron unos instantes, le obsequió Duelo por la muerte de Miguel Pruneda, y continuaron charlando.

En algún momento, quedé frente a Saramago. ¿Qué le dices a quién escribió libros que te descuadran la visión del mundo?

Sólo fueron unos segundos, y lo único que pude escupir fue:

-Maestro... soy un fan de sus obras.

¡Coño!

Con toda la ternura, Saramago me palmeó la mejilla. Un gesto que seguramente había repetido infinitamente ante personas igual de asombradas ante él. Creo que le enterneció mi admiración, la que no me permitió expresar de otra forma todo lo que él representaba y representa para mí.

Inmediatamente lo abracé.

Y sentí como si abrazara a todos mis mayores, mis abuelos, mi padre, todos los hombres que me habían precedido.

Sólo fueron unos segundos, que para él seguramente no pasaron más allá de eso. Para mí han sido una parte muy importante de mi vida.

Hoy lo vuelvo a abrazar, maestro, y le digo hasta luego con toda la emoción y admiración por usted, que han permanecido intactas.

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