Thursday, February 12, 2009

Ciudad de perros...

-Te va a llevar la verga.-
Fue lo que le dijeron antes de agarrarlo y empezar a molerlo a chingadazos. Justo antes de treparlo al auto y arrancar, quemando llantas, para llevarlo a una casa.
Quién sabe cuanto tiempo estuvo con la bolsa en la cabeza. Debió ser mucho, porque cada vez le costaba más respirar, y el aire se volvía más pesado conforme iban avanzando.
¿En realidad iban avanzando? Porque nadie le podía asegurar que de verdad avanzaban, a lo mejor nada más estaban dando vueltas, mientras le daban de patadas.
Pero sí, el auto se movió, como pudo verlo después, o mejor dicho, como después se dio cuenta, al bajar en un lugar totalmente diferente. Eso lo podía saber por el ruido, los olores, sobre todo la humedad del nuevo lugar.
Estuvo ahí, tumbado, sin saber qué pasaría a continuación.
No, sí lo sabía, nada distinto a lo que ya había sucedido: más golpes, más insultos, escupitajos y mentadas de madre. Habría más formas de experimentar el dolor.
Se preguntaba si primero le aplicarían unas descargas en los testículos, o quizá le arrancarían las uñas con unas pinzas.
Había oído que al bad boy le habían clavado el escroto a la silla donde lo tenían amarrado.
La sola idea de tener la punta de un clavo cerca de los testículos le hizo encogerse y llevar sus manos para proteger la entrepierna.
¿Cómo había llegado a esto? También eso lo sabía, y no vale la pena insertar una disgresión hacia el pasado, como se acostumbra.
Fue por culeros. Así de fácil.
Fue por andar metiéndose en lo que no les importaba, pensando en que iban a sacar una buena raja de lana.
Y él ya presentía que no iba a ser como en otras ocasiones. Que algo no andaba bien.
Pero no quiso aguar la ilusión de los demás, que pensaban que con este desmadre se iban a hinchar de lana. No quería aceptar que seguirían atados a las calles, a los recorridos de siempre.
Otra vez vio el clavo encima de su testículo...
Mientras volvía a encogerse, pensó que nunca debieron meterse a ver quién se chingó al niño.
El niño... no había vuelto a pensar en él desde hacía mucho.
Lo encontraron dentro de un camión de mensajería, y eso porque ya la peste estaba inundándolo todo. Dentro de un paquete encontraron una pierna y parte del brazo. En otro estaba el torso.
La cabeza iba dentro de una caja envuelta en papel para regalo, y los ojos seguían abiertos, con ese velo blanquecino que se forma en todas las cabezas cercenadas.
El resto del cuerpo no se pudo hallar. Ni las partes faltantes.
Debió tener unos diez años, quizá menos.
Los paquetes iban para Juárez, la dirección resultó ser un predio industrial que estaban rematando.
Nunca se supo si había un reporte sobre su desaparición, ni en la tele hubo solicitudes para identificarlo.
No se supo de donde vino, ni quienes podían saber algo acerca de su familia o conocidos.
Se pudo saber, eso sí, que lo habían mutilado estando vivo, por lo que sintió los cortes en su cuerpo. De lo otro no se habló, por pudor, por asco, yo que sé. Al final, la cabeza se la cortaron en dos intentos.
Resulta que decapitar a alguien no es tan fácil.
Por lo menos no ahora, cuando ya no es una práctica regular para quitar la vida.
Y las armas de fuego han sustituido a las espadas y hachas.
No cualquiera puede cortar una cabeza a las primeras de cambio.
Quizá el niño alcanzó a gritar, cuando vio venir el golpe, puesto que recibió el golpe de frente. Y los médicos especularon que alcanzó a ver, pero ya no pudo gritar, el segundo madrazo.
Aún después de los meses que transcurrieron desde su descubrimiento, no pudieron determinar con qué le cortaron la cabeza. Algunos decían que con un machete.
Otros aseguraban que las marcas del corte las pudieron haber hecho las cuchillas de una rebanadora de papel, por eso la dificultad para cercenar de un golpe la cabeza.
Lo cierto es que durante mucho tiempo, el cuerpo estuvo en los congeladores del semefo.
Hasta que se perdió toda esperanza de identificarlo, y enterraron el cuerpo en la fosa común.
Hasta ahí hubieran quedado las cosas.
Pero ellos tenían que meterse a ver qué provecho podían sacarle a esta historia. Fue Mesmer el que la conoció primero, puesto que sus contactos lo alertaron.
Y Mesmer comenzó a convocar a sus sombras, para levantar esta historia; mientras que él comenzó a buscar en los incendios de las paredes, indicios para orientar su estafa.
Pensaba en esto, cuando oyó la puerta abrirse, y en unos instantes unos brazos lo sujetaron, alzándolo del suelo y sentándolo en una silla con descansabrazos.
Sintió las cuerdas, apretando sus articulaciones en muñecas y tobillos, y pensó que iba a ensuciar la silla, porque durante días no había podido limpiarse el culo.
Le quitaron la bolsa de la cabeza, y alcanzó a ver frente a él un taladro. En la esquina izquierda de la habitación, el Niño Toques se acurrucó en el rincón, y lo miró extrañado.

1 comment:

Akari chan said...

No words...I don't know what to say...I don't know what to think...it's so..mm...AMAZING!!!