Wednesday, January 07, 2009

Sueño de la justa venganza

Está listo para ir a dormir.
Hoy se propuso descansar, el cuerpo también necesita un respiro de los placeres que se le procuran. Además, mañana tiene un día muy ajetreado, entre las reuniones de negocios y comidas con las personas idóneas para sobornar, y así lograr que sus empresas sigan generando grandes ganancias.
Está satisfecho, lentamente se pasa la mano por el vientre abultado; recorre la piel, y siente los vellos erizarse cuando recuerda lo que pasó tan sólo unas horas antes. La nueva niña que entró a la fábrica de mezclilla, como todas, se resistió al principio. Todo fue cosa de darle una lección, y después todo fue de maravilla.
Ahora se recuesta, apenas su cabeza toca la almohada, comienza a roncar.
Cree que se ha despertado, y puede ver el techo, no recuerda haber dejado encendidas las luces. Algo está mal. Siente un dolor punzante en la cara, y todo el lado izquierdo lo siente entumecido. No puede darse el lujo de morir ahora. Piensa en un infarto, pero entonces, el resto del cuerpo comienza a dolerle, y de la nariz escurre sangre.
El sabor metálico le invado la boca y se da cuenta de los sollozos, pero no puede voltear para ubicar quien puede estar llorando. ¿A qué horas se pudo haber metido alguien a su recámara?
Quiere levantarse, correr, pero no puede hacer que su cuerpo responda. Y las lágrimas le nublan la vista, ¿cuándo comenzó a llorar?
Siente entonces la presencia. Alguien más, pero no quien está gimiendo. Y sabe que está en peligro. No quiere morir, ¡tiene que levantarse, carajo!
Voltea en busca de algo con qué defenderse, y entonces se ve a sí mismo. De pie ante el espejo donde se acicala, los frascos de colonia alineados, él de pie con su bata de seda morada.
¡¿Cómo puede verse así?!
Cuando se voltea, se da cuenta de que quien ha estado sollozando ha sido él mismo, porque de su boca comienzan a brotar quejidos, y se puede oír diciendo: "nononononononononono", pero su voz no puede subir el tono. La parte de él, su cuerpo, que se preparaba frente al espejo, se da la vuelta, sonriendo se acerca hacia la cama. La bata está abierta, sólo eso lo cubre.
Y puede ver su panza tapizada con vellos grises, las verrugas que se multiplican en su pecho y cuello, y más abajo....
Ahora sabe que sueña, y quiere despertar, ¡algo tiene que hacer para despertar! Su mano busca entre las sábanas, una mano diminuta, como sus senos, ¿senos?
"¡Puta madre!", no deja de repetirse lo mismo mientras que su cuerpo sigue acercándose.
Ya está encima de sí mismo, y puede oler el aliento agrio, el sudor mezclado con las esencias, siente el peso de su cuerpo sobre este otro cuerpo que ahora ocupa. Y vuelve a sentir el dolor, causado por los madrazos que su cuerpo le suelta. Otra vez la sangre, y el ojo izquierdo se le cierra inflamado. ¡Chingado! y ahora se acerca más y....
El reverendo Takata cierra la puerta de la recámara, y reprime la poca piedad que busca emerger de él.

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