Tuesday, January 20, 2009

El veredicto velado

El aire sopla helado. A mi alrededor el frío va cercándome.

Escalo; grandes bloques grises, como prismas se elevan hasta perderse de vista en la obscuridad del cielo.

Veo cielos negros, así, no un cielo encapotado con nubes de tormenta, cielos negros que se arremolinan.

Cada nuevo bloque que logro escalar me va llevando más alto, hasta las regiones del aire tempestuoso, que se estrella contra esta amalgama de prismas.

Cada vez es más difícil trepar, pues las superficies se van haciendo cada vez más lisas, resbalo con una frecuencia cada vez mayor, y ya no puedo ver el suelo, oculto por nubes.

No me quedan más bloques para escalar.

He llegado a la cima, y el aire ruge cada vez más fuerte, y ya no puedo tampoco bajar por donde vine. Al voltear hacia abajo me doy cuenta de que estoy a varios cientos de metros por arriba del último bloque que escalé.

Estoy solo, y sin un lugar donde refugiarme del temporal que se ha desatado. Los cielos chocan, y la obscuridad va creciendo. Siento el aire que atraviesa la ropa que llevo.
Encima de mí, puedo oír que me llaman por mi nombre.
El reverendo Takata está mirándome, y de la mano lleva a un pequeño niño, que también me sonríe.

Ambos están perpendiculares a mí, flotando, y no sé qué hacer.
Pienso que es alguna clase de prueba, pero de qué, eso no lo puedo decir.
Siento que estoy siendo juzgado, y del veredicto depende que pueda llegar a salvo, no sé a dónde.

Voltean a verse entre sí, y con la mirada parecen ponerse de acuerdo en los últimos detalles.
Entonces, el suelo se abre a mis pies y caigo.

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