Monday, December 22, 2008

Sueño del rostro en la multitud

De pie, entre la multitud que se concentra en plaza Tolsá, el reverendo Takata observa el atardecer.
Las sombras de Felipe IV y su caballo, se agigantan conforme el sol se oculta.
La claridad violeta circunda el aire, y las personas flotan cinco centímetros sobre el pavimento. Huele a cempazúchil, y hace cinco minutos, exactos, que es noviembre.
Las nubes del cielo se cargan con la luz rojiza púrpura de las horas en que la tarde se abre. Entre los rostros que se superponen, el reverendo Takata distingue uno. Le sigue con la mirada, hasta que el rostro llega frente a él.
El aire comienza a enfriar, levantando nubes de polvo que se hacen torbellinos, arrastrando a los transeúntes. Luego los torbellinos se hacen hombres, y arrastran más transeúntes, hasta que el estruendo del silencio es insoportable.
La violencia del aire arrecia, y el reverendo Takata reconoce el rostro de mi madre muerta.
Con la mayor calma y respeto, con los gestos propios de una ceremonia de té, Takata abre su gui, y mete dentro de su casaca el rostro de mi madre.
Hecho esto, el reverendo despliega los faldones de su hakama y se eleva, para montar junto a Felipe IV, y desaparecer hacia el ocaso.

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